viernes, 6 de julio de 2012

Música en el Aire




En la navidad del 2006, mi Xavito, me regaló un Ipod para que le diera uso en los aeropuertos, y no me entretenga pensando en las horas de vuelo, para que pusiera la música en el aire. A mí la música me transporta, me eleva, me arrastra, es algo que no puede faltar. Hoy ya lo he reemplazado por iPhones, iPads y gadgets varios, pero lo conservo, un esfuerzo tan grande por parte de el que me despierta por las mañanas con un beso, no se puede descartar así como así.


En cuanto me divorcié, allá por el año 1992, mira si tengo historia, contraje segundas nupcias con la música. A mi ex marido no le gustaba que cante en público, jamás supe si era un problema de celos o de "no quiero que brilles", pero sí, decidí que todo aquello por lo que había suspirado en silencio se convirtiera en grito, en expresión, en interpretación. Así es que me convertí en una rockola ambulante (aparato en forma de arco donde seleccionas la música que quieres escuchar) y allá donde voy en cuanto me dicen canta, enciendo el motorcito, y me pongo en mi papel de singstar.


Comencé creyendo que la popularidad me invadiría en dos meses, inocente de míiii, luego llegó la humildad a mi puerta y me dijo:


- Nena, si no vas pronto a una academia tu garganta parecerá una huevera...


Entonces me fui a aprender, ya había estudiado a mis trece años, con Dante Gilardoni, un compositor de tangos que me hacía cantar "Perfidia" y "Baldosa floja". Ya, en mi matrimonio con la música, y habiendo dialogado con la humildad, leí en el Clarín (el gran diario Argentino je je) un anuncio de una nueva escuela de comedia musical que instalaba mi ídola, la cantante con la que yo gritaba mañanas, tardes y noches, al compás de su cassette, Valeria Lynch; me apunté y estuve durante dos años, aprendiendo y admirando, hasta que mis alas pensaron estár preparadas para volar y me lancé a cantar en donde me llamaran.


He pasado por cientos de salones de fiestas, colegios, secretarías de cultura, giras, provincias, he compartido lágrimas de aniversarios, cumpleaños, bodas; jugado entre bambalinas con travestis que me vestían de plumas, pestañas postizas, mallas ajustadas llenas de lentejuelas y me empujaban al escenario como la más atractiva de las divas. ¡Qué disfrute!, qué hechizo de hora y media me transportaba, desde que pisaba la primer tabla del escenario, hasta terminar de enrollar el último cable de mis equipos de música.


Llegada a España la cosa se apagó, y no hago responsable al país, sino que el tener que integrarme como persona no me dejaba energías para ingresar a la cantante, pero poco a poco fueron sabiendo, los que me conocen, que me gustaba ejercitar la gola, entonces y actualmente, me piden que cante en casi todas las fiestas, y eso me vuelve a elevar, siento un pentagrama encima de mi cabeza, un aire de música que me oxigena y me envuelve aún en el sitio más sombrío.

Hace un tiempo, me pidieron que cantara cuatro tangos en el Casino Antiguo de Castellón, sólo cuatro o ¡¡¡¡CUATRO!!!!, y los gusanitos de seda que siempre pululan por mi estómago se convirtieron en mariposas, en ilusión, en suspiros. Fue maravilloso, excitante, arcoiridiano, un salto a las nubes.


Y sí señores; Mrs. Music, me he casado con una mujer, que me embelesa y me hace sentir que aunque no brille en "Tú si que vales" o en "Operación triunfo", la ducha sigue siendo un sitio emblemático para expresarse,. Amén.

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