Intento comprender muchas veces las situaciones que llevan a una persona a adoptar el papel al que yo llamo: "María la víctima".
Es muy frecuente decir que nos queremos, nos respetamos y nos cuidamos, hasta que llega "ese momento", en el que permitimos que un agente externo (generalmente animal humano), nos desequilibre y nos haga olvidar ese cariño absoluto que decíamos tener por nosotros mismos.
Cuando surge repentinamente el deseo de explicar lo que TE han hecho, superponiendo al HICE, cuando relatamos las cosas indicando lo que el otro quiso, olvidando que tenemos el poder absoluto para tomar nuestras propias decisiones, cuando nos agitamos pensando ¿por qué a mí?, o ¿qué hecho yo para que me pasen estas cosas?.
Debemos desterrar a ese personaje que nos asalta cuando las cosas se nos van de las manos, cuando se adelantan los hechos a nuestras decisiones. Es importante NO CULPAR, un arma muy frecuente para limpiarnos las pelusas que se agarran de nuestro cerebro desprovisto de convicción.
¿Por qué no querernos? Si somos lo que queremos ser, nadie nos obliga a mover fichas que no estemos dispuestos a desplazar.
Delante de un espejo reivindiquemos nuestra personalidad, que para algo la cultivamos durante años, hemos cuidado detalle para no hacer cosas de las que nos pudiéramos arrepentir, hemos peinado cada pelo para gustar, hemos ideado millones de trucos para no naufragar; esa lucha debe ser querida porque es la nuestra y de nadie más.
Los demás no tienen la culpa de lo que nos pasa.
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