lunes, 9 de julio de 2012

Cuando Maria José se convierte en "Mi Pepo"





Hoy, mi amiga Pepo me recibe a las dos en punto, ni antes ni después, en su casa de Castellón, a comer unos Spaghettis carbonara de su propia culinaria.

¿Y por qué lo hago público? Porque es todo un acontecimiento.

Pepo es una mujer extraordinaria, con sentido común, inteligencia emocional y todas las condiciones que tiene que tener una persona para que le vea un perfil de amigo. Pero tiene un fallito de fábrica: no le han puesto el botón de "invitar a casa". Entonces, cada vez que se ve en una situación límite, es decir, cuando la pongo contra la pared y le apunto con un cuchillo afilado y le pido que me invite a su casa, tiene una reacción que consiste en sudores fríos, ganas de vomitar, de llorar, el cabello le tiembla, tiene una carga eléctrica en el cuerpo, vamos, estática que aunque al almuerzo viniera Newton no le quita el síndrome.

Y hoy es el día, la imagino, pasando el trapito con bicarbonato sobre los faisanes de plata heredados de su tía, el trono impecable y el duchador colgado en su sitio, una velita con aroma de limón encendido, Leo (su hijo canino) con una coleta peinada hacia atrás y el pelito húmedo con aroma a toallita de bebé y Furtivo y Torpedo enloquecidos por la casa porque es difícil controlarlos.

Así y todo, con una casa que te invita a quedarte cuando ves el sofá en L, mullido y cómodo, aún cuando ves el rincón de ladrillo visto que te cubre con tejas terracota, te abraza el calor del sol del mediodía y refleja en los cuadros de Josemesa.es, ella, mi dulce Pepo se sentirá nerviosa y oprimida.

La quiero, ella es una piedra pulida y no lo sabe, se ve como una "piedra bruta", y en realidad es un mix exquisito de minerales. Ella está lista para ser trabajada y ser convertida tanto en una obra de arte como en el cimiento de un edificio mole.

Con Pepo podría escribir un libro: "La historia de una mariquita que se convertía en cranc", sería un Best Seller , contaría su bello interior, ese que me ha revelado, el que me emociona y me ha hecho un huequito en una cuna de seda perfumada de su corazón.

Ahora está preocupada, pero recordará nuestra velada de mediodía con una sonrisa de catorce segundos.

domingo, 8 de julio de 2012

Doña Nélida: Mi abuela.





Con su delantal a cuadros marrones y blancos, mirada pícara y andar bamboleante como de niño que recién da sus primeros pasos, mi abuela recorría ese infinito pasillo descubierto de la casa de Virgilio 715 con la pregunta, esperada por los nietos, asomando por la boca:

- ¿Quieren que haga fideos con manteca y tortilla de papas?

Un SÍ al unísono se escuchaba, y algún que otro pensamiento de los mayores que se percibía en el aire. Con cuatro huevos, un par de patatas y un paquete de pasta seca hacía un banquete como para veinte. Nos juntábamos los hijos de seis, de los ocho hermanos de mi madre, así que entre cónyuges y crías había comensales por donde miraras. Sus ollas parecían no tener fin, Doña Nélida, siempre tenía un poquito más para repetir y que cada uno se fuera a su casa cenado y casi dormido con el arrullo de su nana que interpretaba antes de irnos.

María Santana encendé la vela,
y mirá quién anda por las escaleras
son los angelitos
que andan de carreras
despertando a Vero
para ir a la escuela.

Me acuerdo de muchas cosas, y suelo decir, en miles de oportunidades, ese "como decía mi abuela", que me ayuda a cerrar frases o darles sentido. No era una mujer de grandes enseñanzas teóricas, mi recuerdo de ella es de vivencias, de complicidad y carcajadas hasta hacernos pis encima. 



Con mi abuela estaba cuando me gané mi segunda escayola por patinar con un solo patín porque la otra pierna ya tenía su yeso adjudicado por una caída anterior. Mi madre trabajando en la pizzería, Diego y yo al cuidado de mi abuela, y mis patines escondidos en la mochila de quedarme a dormir en su casa. Insistí tanto que al fin, la abu, me dejó ponerme el patín y así fue como terminó agarrándose la cabeza y gritando "¡Tu mamá me mata!". El berrinche se le pasó muy rápido, al minuto de verme convaleciente y con mis dos piernas blancas y duras se le aflojó el corazón y se le volvió a poner con sabor a flan.

Pasamos esa noche las dos en la misma cama, contándonos batallitas hasta muy tarde, bueno, hasta que su voz se ponía ronca y su respiración comenzaba a ser un rugido, ese era el toque de queda.

De mi abuela tengo el mejor recuerdo, desde ir en puntas de pié con un balde lleno de agua para despertar a mi primo Sergio, hasta juntar las monedas para jugarse un numeríto en la quiniela. De esperar la hora de ir al almacén de Don Manuel para volver con los bolsillos llenos de caramelos masticables y de las horas sentadas en el umbral de la puerta las noches de verano esperando al heladero.

Podría escribir un libro lleno de anécdotas, recuerdos entrañables y aventuras peligrosas, pero con ésta reseña abreviada les presento una parte más de mí. Y como decía mi abuela, lo bueno viene en frasco chico.

sábado, 7 de julio de 2012

El cuartito de los Vinilos y derivados

Hoy pensaba en voz baja, para que no deduzcan que estoy loca, en los discos de vinilo que pululaban por el cuartito de planchar de mi casa de Devoto. Ese cuarto, cual un rastrillo (mercado de pulgas),  era un llamado a gritos a ponerse los guantes y comenzar a investigar qué tesoro saldría junto con nosotros de ese dos por dos con aroma a humedad mezclado con apresto para planchar.

Compuesto de varios sectores, aún en el desorden, podías encontrarte a la derecha con una pila de colores claros y texturas de algodón, que llegaba casi hasta el techo descascarado de varias manos de pintura. A la izquierda, un oasis de cajitas matelaseadas, de colores brillantes, estampadas con motivos floridos, arabescos, y sólidos tonos pastel; llenas de botones de miles de formas y tamaños, cintas ribonet para algún cumpleaños en el que tuviéramos que regalar algo que no tuviera un buen packaging; pegamentos de tela, corcho, madera, goma, plástico y algún material extraño para hacer bricolage; trocitos de telas, papeles de colores y un sinfín de elementos que enloquecían a mi curiosidad y entretenían y aún entretienen a mi madre.

Pero al mirar hacia el fondo, un fondo que estaba cerquita pero que me lo dejaba para el final, la zona más apreciada, el rincón musical, inundado de cassettes y círculos negros con etiquetas de colores, los vinilos. Algunos en su sobre, en el que me detenía a admirar la creatividad de la foto, los peinados afro o el brillo de las trompetas, "los vientos" que aprendí a llamar de forma más amigable cuando me crucé con mi amigo Marcelo Martinez, un maestro músico que me enseñó a apreciar los sonidos individualizados por encima del resultado total. Una Donna Summer que aparecía sobre un fondo azul, El Gato Barbieri con un sombrero texano y un cigarrillo a medio fumar sosteniéndose el bolsillo con un dedo como si fuera un gángster; el colorido de Lipps Inc en el que me apresuraba a poner bajo mi brazo para llevarlo al "tocadiscos" y escuchar Funky Town. 

Tantas veces he entrado en ese cuartito con la ilusión de encontrar "La Pieza", y nunca he salido defraudada, siempre he atravesado la puerta de salida con un descubrimiento interesante a cuestas.

He adorado y adoro en el recuerdo, por eso hoy mi post va dedicado a ese cuartito de planchar al que una vez acudí para sacarme esta foto.


viernes, 6 de julio de 2012

Música en el Aire




En la navidad del 2006, mi Xavito, me regaló un Ipod para que le diera uso en los aeropuertos, y no me entretenga pensando en las horas de vuelo, para que pusiera la música en el aire. A mí la música me transporta, me eleva, me arrastra, es algo que no puede faltar. Hoy ya lo he reemplazado por iPhones, iPads y gadgets varios, pero lo conservo, un esfuerzo tan grande por parte de el que me despierta por las mañanas con un beso, no se puede descartar así como así.


En cuanto me divorcié, allá por el año 1992, mira si tengo historia, contraje segundas nupcias con la música. A mi ex marido no le gustaba que cante en público, jamás supe si era un problema de celos o de "no quiero que brilles", pero sí, decidí que todo aquello por lo que había suspirado en silencio se convirtiera en grito, en expresión, en interpretación. Así es que me convertí en una rockola ambulante (aparato en forma de arco donde seleccionas la música que quieres escuchar) y allá donde voy en cuanto me dicen canta, enciendo el motorcito, y me pongo en mi papel de singstar.


Comencé creyendo que la popularidad me invadiría en dos meses, inocente de míiii, luego llegó la humildad a mi puerta y me dijo:


- Nena, si no vas pronto a una academia tu garganta parecerá una huevera...


Entonces me fui a aprender, ya había estudiado a mis trece años, con Dante Gilardoni, un compositor de tangos que me hacía cantar "Perfidia" y "Baldosa floja". Ya, en mi matrimonio con la música, y habiendo dialogado con la humildad, leí en el Clarín (el gran diario Argentino je je) un anuncio de una nueva escuela de comedia musical que instalaba mi ídola, la cantante con la que yo gritaba mañanas, tardes y noches, al compás de su cassette, Valeria Lynch; me apunté y estuve durante dos años, aprendiendo y admirando, hasta que mis alas pensaron estár preparadas para volar y me lancé a cantar en donde me llamaran.


He pasado por cientos de salones de fiestas, colegios, secretarías de cultura, giras, provincias, he compartido lágrimas de aniversarios, cumpleaños, bodas; jugado entre bambalinas con travestis que me vestían de plumas, pestañas postizas, mallas ajustadas llenas de lentejuelas y me empujaban al escenario como la más atractiva de las divas. ¡Qué disfrute!, qué hechizo de hora y media me transportaba, desde que pisaba la primer tabla del escenario, hasta terminar de enrollar el último cable de mis equipos de música.


Llegada a España la cosa se apagó, y no hago responsable al país, sino que el tener que integrarme como persona no me dejaba energías para ingresar a la cantante, pero poco a poco fueron sabiendo, los que me conocen, que me gustaba ejercitar la gola, entonces y actualmente, me piden que cante en casi todas las fiestas, y eso me vuelve a elevar, siento un pentagrama encima de mi cabeza, un aire de música que me oxigena y me envuelve aún en el sitio más sombrío.

Hace un tiempo, me pidieron que cantara cuatro tangos en el Casino Antiguo de Castellón, sólo cuatro o ¡¡¡¡CUATRO!!!!, y los gusanitos de seda que siempre pululan por mi estómago se convirtieron en mariposas, en ilusión, en suspiros. Fue maravilloso, excitante, arcoiridiano, un salto a las nubes.


Y sí señores; Mrs. Music, me he casado con una mujer, que me embelesa y me hace sentir que aunque no brille en "Tú si que vales" o en "Operación triunfo", la ducha sigue siendo un sitio emblemático para expresarse,. Amén.

jueves, 5 de julio de 2012

María La Víctima


Intento comprender muchas veces las situaciones que llevan a una persona a adoptar el papel al que yo llamo: "María la víctima".


Se habla mucho por ahí de la bendita autoestima, esa amiga buena que no suele aparecer en los momentos críticos.


¿Y por qué no aparece? Porque NO existe. 

Es muy frecuente decir que nos queremos, nos respetamos y nos cuidamos, hasta que llega "ese momento", en el que permitimos que un agente externo (generalmente animal humano), nos desequilibre y nos haga olvidar ese cariño absoluto que decíamos tener por nosotros mismos.


Allí es cuando averiguamos por fin, que tenemos "un o una María la víctima" escondida por alguno de nuestros rincones vacíos de amor.


¿Cómo nos damos cuenta que María va a hacer su aparición?


Cuando surge repentinamente el deseo de explicar lo que TE han hecho, superponiendo al HICE, cuando relatamos las cosas indicando lo que el otro quiso, olvidando que tenemos el poder absoluto para tomar nuestras propias decisiones, cuando nos agitamos pensando ¿por qué a mí?, o ¿qué hecho yo para que me pasen estas cosas?.

Debemos desterrar a ese personaje que nos asalta cuando las cosas se nos van de las manos, cuando se adelantan los hechos a nuestras decisiones. Es importante NO CULPAR, un arma muy frecuente para limpiarnos las pelusas que se agarran de nuestro cerebro desprovisto de convicción.

¿Por qué no querernos? Si somos lo que queremos ser, nadie nos obliga a mover fichas que no estemos dispuestos a desplazar.

Delante de un espejo reivindiquemos nuestra personalidad, que para algo la cultivamos durante años, hemos cuidado detalle para no hacer cosas de las que nos pudiéramos arrepentir, hemos peinado cada pelo para gustar, hemos ideado millones de trucos para no naufragar; esa lucha debe ser querida porque es la nuestra y de nadie más.

Los demás no tienen la culpa de lo que nos pasa. 

lunes, 2 de julio de 2012

Mi visión de La Elegancia del Erizo




Para los que me preguntaban por el título La elegancia del erizo de Muriel Barbery, les doy una crítica desde mi humilde visión.

Un libro que defiende la función de salvadora que ejerce la lectura en las personas. Mi Xavito me insistía en que lo leyera, que me gustaría y realmente, me lo he bebido de un solo trago. Sus dos personajes protagonistas se alimentan de la lectura y de la cultura para intentar sobrevivir en un entorno donde son percibidos como extraños, y hasta a veces, invisibles.

El relato se halla en el número 7 de la calle Grenelle, en una zona más que pija de París. Allí "conviven" vecinos de Puturrú, como suelo llamarle a la alta gama, entre los que se encuentran un malvado crítico gastronómico, familias burguesas, altos funcionarios, hijos de papás muy muy pijos... y una señora portera.

Las protagonistas son la portera y la hija pequeña de un funcionario muy importante del gobierno francés. La primera se esconde bajo el disfraz de portera casi analfabeta, iletrada diría yo, viuda, que vive con su gato y que no se mueve del sofá, salvo para regar las plantas y barrer la entrada del edificio. La segunda, pre -adolescente e incomprendida por su familia. Su hermana mayor vive únicamente pensando en la moda y en encontrar un buen marido mientras filosofa sobre la literatura en la época medieval; su madre se gasta una fortuna en la consulta del psicoanalista para olvidar sus frustraciones y su padre las ignora a las tres por completo. Renée, la portera, pasa sus días complaciendo su hambre cultural leyendo y visitando bibliotecas; hablando con su amiga Manuela que limpia en las casas de sus vecinos y reflexionando sobre la vida. Representa el papel de portera inculta para protegerse, ya que cree que una portera culta y educada puede parecer muy extraño para los ricos. Paloma, la adolescente, está asqueada con su vida. Sabe que cualquiera que la oiga pensará "pobre niña rica", pero ella realmente se siente mal por saberse incomprendida por su familia. Quisiera poder hablar con alguien de sus inquietudes. Está decidida a suicidarse y a quemar el piso de su familia para darles un escarmiento.

La llegada de un nuevo inquilino, el señor Ozu, un hombre japonés de basta cultura hará que se perciban la una a la otra y las ayude a buscar la belleza en las pequeñas cosas. Está salpicada con aportaciones filosóficas, y es que la autora es profesora de filosofía, que obligan a una lectura apacible; también la cultura japonesa es esencial en la trama, tanto por la actitud zen del señor Ozu, como el gusto de Paloma por los haikus y de Renée por las películas del director japonés Yasujiro Ozu. La elegancia del erizo es una novela deliciosa, suave y dulce, para mí ha sido como beberme una buena taza de chocolate caliente con miel antes de ir a dormir.

miércoles, 27 de junio de 2012

La vida por un mate en condiciones




— ¡Ché mami pasame un mate!
— Le toca a Diego ahoraaaaaa...

— Me parece que me estás pasando de largo eh...
— No nena, tomó Papi, ahora le toca a Diego.
— Bueeeenoooo...

El mate.


Por favor, cómo extraño tomar mates argentinos. No es que no tome, tengo mi mate, mi bombilla y en cualquier supermercado en la góndola de los cafés, te encontrás con paquetes de yerba Mate Rosamonte.

Ese no es el tema. La cosa pasa por encontrar aquí, en España, personas que les guste el mate, que puedan soportar una ronda de tres o cuatro horas chupando del “cacharrito”, como le llaman aquí.

Tengo un par de amigos, y es mucho decir, que lo han probado y pueden superar diez o doce mates, sólo dos lo chupan hasta el final, los otros absorben un traguito y me lo pasan sin terminarlo, pero nunca, he conseguido calentar dos pavas de agua, y eso, eso señores no se puede superar.

Con las pavas de agua que yo calentaba, con las horas que yo me pasaba confesándome y confesando, estudiando, mirando la tele, desayunando, merendando y “anche” cenando con ese amigo del que todos quieren chupar.Estoy pensando en hacer ruedas de café metido en el “cacharrito” y pasarlo para que chupen de la “pajita” a ver si consigo hacer un símil de ritual matero pero con cafecito.

Me encanta hacerme de las costumbres del sitio donde vivo, paella el domingo, pastelitos de cabello de ángel, jamoncito, tortilla de papa en bocadillo, hablar valenciano o catalán del sur, participar en las fiestas del pueblo, pero señores y señoras, me niego a olvidarme del mate.

Me han dicho desde que sabe a boñiga de vaca hasta que huele a establo, los más diplomáticos le han llamado “olor a campo”, pero yo me pregunto, y sobre todo a mi Xavito que es el que dice lo del sabor a boñiga:


¿HAS PROBADO UN TROCITO DE BOSTA DE VACA ALGUNA VEZ?

Vos me entenderás, enamorarme de un Español que no le guste el mate es jodido, y lo peor es que estoy súper enamorada y hasta puedo decir que es más fuerte el amor por él, que el amor por el mate, menudos sentimientos tiene la vida.